La justicia e injusticia son más que hechos individuales; se manifiestan en las costumbres y leyes de grupos de personas, comunidades, y naciones. Bien sea para grupos de personas, ciudades, o naciones, la inquietud de Dios por la justicia está expresada a través de la Biblia. Su justicia cubre la totalidad de grupos de personas, culturas, lenguajes, y la manera en la que se organizan. La justicia divina ocurre en relación a la condición caída de toda la humanidad.
El pecado de Adán afectó a los grupos de personas más grandes. Nuestra naturaleza caída personal no es curada por el grupo más grande; si hay un tenor general de la justicia dentro del grupo más grande, puede poner límites sobre mis acciones pecaminosas por medio de las leyes justas. Pero los estándares de los grupos grandes pueden fácilmente cambiar el rumbo hacia la injusticia que permite y promueve comportamientos que finalmente son destructivos.
Rápidamente los relatos bíblicos se mueven hacia grupos más grandes y su pecado. Génesis 6:5 relata: “Y vio Jehová que la maldad de los hombres era mucha en la tierra”. La desobediencia personal en Génesis 3 se extendió como rebelión sobre la tierra; como consecuencia Dios provocó el diluvio (Génesis 6:8 hasta 9:29). Sin embargo, dicha limpieza no fue suficiente para remover el pecado; poco después, las inclinaciones pecaminosas de la humanidad alcanzaron un nuevo nivel en Babel (Génesis 10:11-11:9).
Las naciones normalmente aceptan los estándares, frecuentemente reflejados en códigos legales y comportamientos aprobados a nivel social; algunos se basan en principios religiosos, inclusive. Pero la Biblia refleja que existe solamente un camino hacia Dios, no varios; esta misma declara que somos propensos a la idolatría. Fuimos creados para adorar al verdadero Dios, pero el pecado nos conlleva a reemplazar al Dios invisible con imágenes creadas por el mundo en sí. Este es el punto del apóstol Pablo en Romanos 1:18-32. El mundo entero está bajo la ira de Dios.
El salmista preguntó: ¿Por qué se amotinan las gentes, Y los pueblos piensan cosas vanas? Se levantarán los reyes de la tierra, Y príncipes consultarán unidos contra Jehová y contra su ungido, diciendo: Rompamos sus ligaduras, Y echemos de nosotros sus cuerdas(Salmos 2:1-3). Salmos 9 declara: “Se hundieron las naciones en el hoyo que hicieron; En la red que escondieron fue tomado su pie. Los malos serán trasladados al Seol, Todas las gentes que se olvidan de Dios. Levántate, oh Jehová; no se fortalezca el hombre; Sean juzgadas las naciones delante de ti. Pon, oh Jehová, temor en ellos; Conozcan las naciones que no son sino hombres. Selah(vv. 15, 17, 19, 20). El profeta Isaías anunció: “He aquí que las naciones le son como la gota de agua que cae del cubo, y como menudo polvo en las balanzas le son estimadas; he aquí que hace desaparecer las islas como polvo. Como nada son todas las naciones delante de él; y en su comparación serán estimadas en menos que nada, y que lo que no es” (40:15, 17).
El plan de la redención de Dios incluyó la creación de las personas, una nación santa, quienes vivirían por la fe. Dicho plan comenzó con Abram (Génesis 12) y continuó con la formación de una nación cuya fe conllevó hacia una nueva forma de vivir en el mundo. La Torá dada a Moisés fue la revelación de la ley divina, cuyos caminos eran la vida y las bendiciones (Salmos 19:7-14). Esta nación santa, Israel, fue llamada a ser luz para los pueblos (Isaías 51:4; 60:3).
A medida que el juicio divino viene y va sobre varias naciones, existen tres marcos del Antiguo Testamento que guían el pensamiento propio con respecto a la justicia divina de Dios y las naciones: Sodoma y Gomorra (Génesis 18:16-19:29), la conquista israelita de Canaán (Levítico 18, Deuteronomio), y Judá (Ezequiel 16).
Primero, los pecados de Sodoma y Gomorra aparecieron delante del Señor y fueron “bastante graves” (Génesis 18:20). Además de la homosexualidad, la cual había sido claramente aceptada en la sociedad, Ezequiel 16:49 indica que la “soberbia, saciedad de pan, y abundancia de ociosidad”, “y no fortaleció la mano del afligido y del menesteroso”, fueron parte del pecado. Dichos pecados reflejaron la naturaleza corrupta de una sociedadla cual había abandonado la justicia bien fuese por medios legales o al cambiar las normas sociales.
Lo que es esperanzador en este pasaje es que le Señor “es paciente para con nosotros, no queriendo que ninguno perezca, sino que todos procedan al arrepentimiento” (2 Pedro 3:9). Esto es visto de la manera en que Abraham intercedió por Sodoma y Gomorra (Génesis 18:10-33). Clamando ante el carácter justo de Dios, Abraham “negoció” con Él para salvar a las ciudades si tan solo diez justas de estas fuesen halladas…
Las acciones de Abraham contrastan fuertemente con aquellos que buscan condenar y destruir en nombre de Dios. La justa indignación por el pecado debe causar en sí el arrepentimiento y por consecuente el orar y pedir por misericordia, en vez de tomar una postura de destrucción airada.
Segundo, Génesis 15:6 muestra que Dios le da a las naciones tiempo para “llenar” su iniquidad, o para arrepentirse como lo hizo Nínive (Jonás 3:5-10). Dicha “llenura” está relacionada para con las naciones en la tierra de Canaán que Israel desplazó en las conquistas de Josué. En Levítico 18 se detallan las abominaciones y perversiones de estas naciones (18:3, 24, 25, 27); dichas incluyen sacrificio humano y un rango de perversiones sexuales. Lo que es interesante es que “la tierra” fue contaminada y “vomitó” a sus moradores como parte de la manifestación de la justicia divina.
Tercero, Israel fue constantemente advertida a vivir según la revelación divina mas no por las dictaduras de las naciones vecinas ni de sus dioses; pero asiduamente cayeron en la idolatría y perdieron la bendición de parte de Dios. Esto se extiende a lo largo de la Torá, los libros históricos, y los profetas. Así, Ezequiel 16 compara a Judá con Sodoma y Gomorra, y el pecado de Judá es aún peor pues había tenido revelación de justicia divina.
Dios es justo en su juicio sobre las naciones y grupos de personas; y ha revelado claramente sus estándares de justicia para todas las naciones. Nuestra tarea como seguidores de Jesús es compartir la Palabra de Dios que da vida, y permanecer en la brecha para las naciones. La Gran Comisión nos envía hacia todas las “naciones” (Mateo 28:19). Nuestro testimonio no es solamente por el bienestar personal de la salvación, sino por la justicia, la rectitud, la reconciliación, y la sanidad entre las naciones.