Hoy en día con aplicaciones direccionales tales como WAZE y GOOGLE MAPS, nos hemos acostumbrado a “alternar” y “recalcular” rutas. Es una bendición el hecho de poder utilizar ciertas aplicaciones que ayuden a evitar los dolores de cabeza causados por el tráfico.
Pero nos encontramos en un mundo que va más rápido de lo que pensamos el cual no tiene pena ni vergüenza, ni ofrece disculpas por sus factores y verdades alternativas. Nos vemos forzados por decretos judiciales a aceptar matrimonios del mismo sexo como una ruta alternativa. Grupos de interés, económicamente poderosos, nos castigan por no aceptar dichas alternativas de género. Las noticias de los medios están tan contaminadas que es difícil diferir entre las falsas y las verdaderas, ya que cada una de esas se encarga de servir sesgos ideológicos. Los gubernativos pertenecientes a específicos partidos políticos, campos y espectros, intencionalmente se citan los unos a los otros fuera de contexto, además de cortar y pegar comerciales de carácter político designados para decir cualquier cosa menos la verdad.
Incluso, los cristianos encuentran bastante difícil el hecho de poder discernir entre la verdad, la ficción y las mentiras, ya que, aparentemente se encuentran bajo el flujo ilimitado de las propagandas del medio social. En enero, Ed Stetzer, que hablará en la próxima Conferencia General de la IPHC en el mes de julio, les advirtió a los evangélicos cristianos acerca de la falta de discernimiento en cuanto a dicho asunto en particular (http://www.christianitytoday.com/edstetzer/2017/january/facts-are-our-friends.html). Nuestra falta de discernimiento refleja de manera negativa la eficacia de nuestro testimonio de Cristo.
Nuestras plataformas comunes de los medios sociales tales como Facebook y Twitter, alimentan nuestra hambre insaciable por “noticias” jugosas. No puedo contarles en realidad cuántas veces he visto algo y al final termino dándome cuenta que dicha historia era falsa o simplemente tomada fuera de contexto. Stetzer está en lo cierto, debemos tener cuidado con lo que publicamos en los medios sociales y con lo que utilizamos en nuestros sermones.
¿Suena como si estuviese harto de todo esto? Si, si lo estoy. Algunas veces me siento como el salmista, “todos los hombres son mentirosos”. Pero luego recuerdo que él prefijó su cinismo acusador con la siguiente observación, “Y dije en mi apresuramiento” (Salmos 116:11, RVR 1995).
Pero, cuando finalmente dejo de lado mi “prisa” temporal, recuerdo que los factores y las verdades alternativas, han permanecido junto con nosotros desde hace mucho tiempo. ¿Quién no recuerda el episodio de Jesús y el gobernador de Roma, Poncio Pilato? Jesús le dijo al representante del imperio más grande de ese tiempo, “Yo para esto he nacido y para esto he venido al mundo: para dar testimonio de la verdad. Todo aquel que es de la verdad, oye mi voz”. Y de hecho todos recordamos la respuesta de Pilato, ¿Qué es la verdad?” (Juan 18:37-38).
Pero el problema va más allá de hace dos mil años en Jerusalén. Se remota en los orígenes de la humanidad en el jardín. Allí, el tentador comienza con la declaración que refleja el origen de toda nuestra agonía humana, “Conque Dios os ha dicho . . . ?” con lo cual el tentador continúa con cierta “verdad” como alternativa, la cual conlleva al hecho devastador de nuestra condición perdida (Génesis 3:1, 4-5).
Menciono todo lo anterior, ya que, tiene relación directa con la realidad del Reino de Dios. Es bien sabido dentro de los círculos de la IPHC, que este año, nuestro enfoque está centrado en el cuarto valor fundamental: En la oración valoramos el Reino de Cristo. Las frases Reino de Dios, Reino de los cielos, y Reino de Cristo, son sinónimos de la misma realidad.
Dicha realidad comenzó en el Jardín del Edén, en donde el Reino de Dios fue demostrado por primera vez en este planeta. Fue el lugar en donde el reinado de Dios fue reconocido, afirmado, y obedecido de manera activa por Adán y Eva. La bondad y la verdad de Dios, estuvieron en juego durante la tentación; pero Satanás convenció a nuestros primeros padres de que Dios no era realmente bueno; que la Torá de Dios (Ley) era totalmente opresiva y opuesta a “nuestra naturaleza”; que la verdad no residía en la Palabra de Dios, mas sí en una palabra alternativa.
Nuestros padres primitivos rechazaron las bendiciones y vida prometida en el Reino de Dios. Escogieron una promesa alternativa que no comprendían. Estaban cegados por la decepción y no reconocieron que el Reino de Dios tenía una puerta por la cual se podía pasar y abandonar el lugar bendecido de la presencia de Dios (Génesis 3:23-24). Simplemente escogieron una verdad alternativa, y tan dolorosa como lo fue la experiencia misma, que no hubo manera de que entrasen nuevamente a ese sitio en particular.
La buena noticia es que Dios no “recalcula”. Nunca existió un “plan B” con respecto a la redención. Jesús, el eterno Hijo de Dios, fue desde la fundación del mundo el “cordero inmolado” de Dios (Apocalipsis 13:8). El mensaje del evangelio que predicamos, compartimos y vivimos, es una invitación para que los no salvos “recalculen” el camino por el que están yendo. Predicamos porque nadie puede entrar en el Reino de Dios a menos que “nazcan nuevamente”; es decir, nacer desde la Verdad que se encuentra por encima de la embaucadora “verdad alternativa” de nuestro mundo (Juan 3:3, 5-7).
Ese mismo mensaje del evangelio viene a nosotros como seguidores de Jesús y nos hace un llamado a “recalcular” de qué manera, en nuestra generación, podemos fielmente obedecerle a Jesús. Es a través de dicho “recalcular” de nuestra dirección, motivos y propósitos, que podemos llegar a descubrir nuevamente como vivir en la gracia, presencia y poder del Espíritu Santo como ciudadanos del Reino de Cristo que viven dentro de otro reino.
En estos tiempos tan desordenados, llenos de locuras en los que nos hayamos viviendo, comprometámonos nuevamente con la Verdad, el amor y la misericordia de Dios. Caminemos como ciudadanos del Reino de Dios en medio de las naciones y reinos en los que vivimos y servimos.
This article was published in the February 2017 issue of Encourage.