A principios de 1990, leí “The Road to Daybreak” por Henri Nouwen, donde relata el haber dejado el prestigio y la comodidad de Harvard para hacer parte de “L’Arche Daybreak”, un ministerio al servicio de personas discapacitadas mentalmente en Toronto. Este nuevo ministerio formaba parte de una red de hogares de L’Arche iniciada por Jean Vanier en 1965 en Trosly-Breuil, Francia. L’Arche en francés significa “el arca” cuya imagen representa la de Noe, seguridad y salvación. Mientras leía sobre L’Arche y Jean Vanier, hubo en mi corazón cabida ministerial “para los más pequeños”. Por segunda vez estoy leyendo “From Brokenness to Community” por Vanier. El camino hacia la fe de Nouwen en “The Road to Daybreak”, es un libro al cual regreso periódicamente. Me movió tan profundamente cuando lo leí la primera vez que compré más ejemplares para mis hijos, en aquel entonces, adolescentes.
Nouwen falleció en 1996; Vanier en mayo de 2019. Pero el impacto de ambos continua dentro de sus ministerios y escritos.
Pienso en ellos frecuentemente junto con el valor fundamental de la IPHC la justicia, particularmente la comprensión dada a “los pobres” que surge de sus ministerios con estos hombres y mujeres.
“From Brokenness to Community”, es un ejemplar tomado de lecturas de Vanier de 1988 de Harvard Divinity School. Dicho breve libro describe aspectos de la comunidad cristiana los cuales desafían mis puntos de vista idealistas con respecto a la naturaleza de la comunidad cristiana. Él escribió: “Jesús llama a sus amigos a la comunidad junto con otros que han sido escogidos para el mismo camino. Es aquí cuando todos los problemas comienzan…Vemos a los discípulos peleando entre ellos, preguntándose ¿quién es el más grande y más importante de todos? La comunidad es un lugar maravilloso y vivificante; pero también es un lugar de dolor puesto que es donde yace verdad y crecimiento – la revelación del orgullo, el temor y el quebranto propio”.
En las lecturas de Harvard Vanier describe su llamado al ministerio en 1964 en donde tomó a dos hombres mentalmente discapacitados, Rafael y Felipe, de un asilo y les proporcionó un verdadero hogar y cuidado permanente. Describe lo aprendido: “Cuando comencé a convivir junto con ellos, descubrí el inmenso dolor dentro de sus corazones. Cuando hablamos de los pobres, o de anunciar las buenas nuevas para ellos, no deberíamos nunca de idealizar al pobre. Los pobres están heridos, tienen dolor; quizás pueden estar demasiado enojados, en rebelión o en depresión”.
Vanier dio casi toda su vida adulta a aquellos que viven en los márgenes de la vida. De hecho, frecuentemente encontramos maneras de poner a esas personas fuera de vista – aún más allá del margen. Pero Vanier los encontró escondidos en las sombras institucionales y los trajo hacia los márgenes, a donde pueden ser amados, servidos, y ellos mismos ser instrumentos de la gracia de Cristo. En los últimos años de su vida, Nouwen tomó el mismo camino marginal.
Existen diferentes ejemplos de pobreza… Además de aquellos pobres caracterizados por sus discapacidades, están aquellos que Jesús llamó “los pobres en espíritu” (Mateo 5:3). Hay los pobres en términos de comida y demás provisiones. La ley de Moisés instruyó para que aquellos que tuviesen bastante se asegurasen que los pobres pudiesen recolectar cereales y otros suministros alrededor de los bordes de los campos (Éxodo 23:11; Levítico 19:10; 23:22). Sus esfuerzos para reunirse por sí mismos era una manera de proporcionar dignidad laboral.
Están los pobres que no tienen hogar y viven en las calles (Lucas 14:21; 16:20). Aquellos oprimidos y perseguidos, y por tal son refugiados como pobres (Salmos 12:5; 109:16; Proverbios 14:31). Y sí, aquellos que se vuelven pobres por su necedad (Proverbios 10:4; 21:17).
En los evangelios Jesús hizo varias referencias en cuanto a los pobres. Los cánticos de alabanza, en el nacimiento de Jesús, expresaron libración y esperanza para los pobres y humildes (Lucas 1:52, 53). Aunque Jesús no fue indigente y contó con varios recursos, en términos de la Encarnación, aceptó la “pobreza” de nuestra humanidad caída y, “siendo rico, para que vosotros con su pobreza fueseis enriquecidos” (2 Corintios 8:9).
Las comunidades cristianas deben ser lugares en donde los estatus sociales, la riqueza, y el prestigio no se utilicen para diferenciar a las personas por categorías mundanas de “valor e importancia” (Santiago 2:1-9). La iglesia en la Laodicea creyó ser “rico, me he enriquecido, y de ninguna cosa tengo necesidad; y no sabes que tú eres un desventurado, miserable, pobre, ciego y desnudo” (Apocalipsis 3:17).
Cuidar a los pobres nunca es fácil, bien sea aquellos que carecen de necesidades básicas tales como: techo, alimento, abrigo, protección; o los autosuficientes que no se dan cuenta que tan desesperadamente pobres realmente son. Como lo comprendió Vanier, la desilusión, decepción, ira, el resentimiento, y muchas otras respuestas rápidamente eliminan la no tan sutil autocomplacencia de esfuerzos propios por ayudar. Como seguidores de Jesús en la búsqueda por ser mensajeros de reconciliación, no debemos de desanimarnos ni mucho menos ser ingenuos. Hemos de perseverar, siempre reconociendo que a menudo los esfuerzos de amor por los demás son con frecuencia rechazados, ridiculizados y malgastados, inclusive. ¡Que Dios levante nuevos “puestos para avanzar el reino” de siervos fieles que se muevan entre aquellos que vivan al margen…que nuestra presencia sirva como un instrumento de gracia, paciencia y bondad!
This article was originally published in the Encourage magazine.