By Doug Beacham
Encourage – Septiembre 2015
A lo largo de la Biblia, la metáfora del “fruto” es utilizada para describir que actitudes y acciones agradan a Dios. Por ejemplo, en los libros poéticos, Salmos 1:3 describe una persona temerosa que “da su fruto en su tiempo”. Un pensamiento similar es expresado en Salmos 92:13, 14 que “Aun en la vejez fructificarán; estarán vigorosos y verdes”. Proverbios 12:14 hace referencia al poder de las palabras del “fruto” de su boca.
Los profetas utilizan la misma imagen agrícola. Isaías 3:10 hace referencia a la alimentación del justo “porque comerá de los frutos de sus manos”. Jeremías 6:19 se refirió al juicio sobre el “fruto de sus pensamientos”.
El Nuevo Testamento comienza con Juan el Bautista usando la misma imagen en referencia al juicio sobre aquellos que no presentan el “buen fruto” (Mateo 3:10). Jesús perpetua con la metáfora en el Sermón del monte (Mateo 7:17-19) con cierre de advertencia, “Todo árbol que no da buen fruto, es cortado y echado en el fuego”. En Juan 15:2-16, como parte de sus comentarios de cierre con los discípulos, antes de su arresto y muerte, Jesús hace referencia ocho veces al “fruto” y finaliza con el siguiente mandato “y os he puesto para que vayáis y llevéis fruto, y vuestro fruto permanezca” (Juan 15:16).
Por lo tanto, cuando llegamos a las cartas del Nuevo Testamento, los apóstoles utilizan tan profundo antecedente para referirse al “fruto” veinte veces (Romanos-Apocalipsis). Quizás el uso más conocido de ese lenguaje es el que Pablo le da en Gálatas 5:22, 23. En vista de eso y al reflexionar sobre dicho pasaje, decidí leerle los versos nuevamente, de la carta completa y breve, a un grupo de iglesias en la moderna Turquía central. Una lectura de Hechos 13-18 da un contexto amplio de la visita(s) de Pablo a esas iglesias (Hechos 16:6; 18:23). Cuando se leen bajo esa perspectiva, aquellos nueve frutos ofrecen puntos de vista a nosotros como líderes en el cuerpo de Cristo.
Primero, es importante recordar la naturaleza singular del “fruto del Espíritu”. No existen nueve cualidades como las de Cristo que se puedan escoger. Esto contrasta con las “obras de la carne” en tan solo unos pocos versículos en Gálatas 5:19. Las “obras” (plural) de la carne (singular) son “evidentes” a medida que Pablo nombra diecisiete ejemplos (sin restringir la lista a tan solo ese número) y deja bastante claro que “los que practican tales cosas no heredarán el reino de Dios” (Gálatas 5:21). Esta es una advertencia muy grave, ya que, Pablo entiende que la vida vivida en el Espíritu Santo y la vida vivida bajo los mandatos de nuestra naturaleza carnal caída no pueden coexistir en unidad, son contrarias y chocan entre sí. Una vida de compromiso realmente es aquella vivida en las “obras de la carne”. El precio es elevado y potencialmente eterno: pérdida de la herencia en el reino de Dios (Gálatas 5:21).
La dimensión plural de las “obras” de la carne significa que se puede llevar un modelo de vida moral que eluda, “adulterio, fornicación, lascivia”, pero en pleno control de las pasiones propias tales como “enemistades, pleitos, celos, arrebatos de ira, envidia”.
Pero la vida en el Espíritu obra en un todo, en otros términos, una vida santa en la que conscientemente se hacen esfuerzos por permitir que la Palabra, el Espíritu, y la comunidad, manifiesten congruencia entre acciones e interior propios. Por lo tanto, estos nueve frutos trabajan fusionados para ordenar la vida propia, de manera que “contra tales cosas no hay ley” (Gálatas 5:23). Esta no es una invitación a la herejía, mas sí el reconocimiento de que el poder del amor, y el cumplimiento de la Torá de Dios, no están vinculados en su alcance hacia los demás; lo que significa, que el juicio equitativo no se convierte en sentencia hacia el otro. En realidad, permite enganchar el propio mundo pecaminoso, con los demás, de manera que mantenga unidos en el Espíritu de Cristo a la “verdad y el amor”.
Segundo, el fruto del Espíritu se manifiesta a través de las diferentes personalidades y temperamentos propios del ser humano. Esto involucra transformación y renovación como “nuevas creaturas en Cristo”. Pero también preserva y capta la singularidad de cada persona. No se nos otorga redención para ser una colección de robots, unificados bajo el punto de vista del “testimonio manipulativo común” de alguien carente de personalidad. Por el contrario, la amplia gama del propósito creativo de Dios, se expone aun en esos “vasos de barro” (2 Corintios 4:7), puestos en exhibición como trofeos de su gracia.
Es demasiado evidente considerar Gálatas 5:22, 23 teniendo en cuenta los primeros dos capítulos de ese mismo libro. Pablo, quien “anduvo en el Espíritu” (Gálatas 5:16) con su ponderosa revelación de ley y gracia, no interpreta la “bondad, paciencia, mansedumbre”, (y la similitud del fruto del Espíritu) en sentido de timidez, cobardía ante la gente, evasión de conflicto, o el acoplamiento a algún código de discurso civil culturalmente definido.
Es importante notar que, en la promoción y defensa del evangelio, Pablo no se acopla. En Gálatas 1, él comienza esta carta con una maldición (anatema) sobre aquellos “que os perturban y quieren pervertir el evangelio de Cristo” (1:7). No tiene ningún interés en “agradar a los hombres” (1:10).
En Gálatas 2, Pablo reprende públicamente al apóstol Pedro, por no vivir de acuerdo a la gracia, al momento de lidiar con los judíos y gentiles (2:11-21). La razonable indignación de Pablo, arraigada a su entendimiento sobre ciertos actos que niegan la realidad de la justificación por medio de la fe, y la unidad destinada a surgir de ella, no era animosidad personal en contra de Pedro; era preocupación genuina de que la acción de Pedro, independientemente de la intención, servía para dividir el cuerpo de Cristo.
Como ya he reflexionado sobre dichos temas, me hallé a mí mismo pensando en el fruto del Espíritu, en vista de nuestra necesidad por vivir y de hablar clara y concisamente en el mundo en que vivimos. Existen varias personas, dentro y fuera de la comunidad cristiana, que nos hacen un llamado a no ser “mezquinos”; estoy totalmente de acuerdo. Sin embargo, lo que no debemos hacer, es permitir que tales frases intimiden o silencien nuestro testimonio. Sospecho que algunos de los amigos de Pedro creían que Pablo era “mezquino” cuando él, abiertamente, reprendió el pilar de Jerusalén.
Concederé esto en una fina línea. Algunos de nosotros podemos caer en ataques públicos o privados, utilizando Gálatas 1, 2 como excusa de la ira desenfrenada. Otros podemos caer en la política de no intervención, actitudes obedientes, utilizando Gálatas 5:22, 23 como una excusa para retirarnos con temor al silencio e incluso al compromiso.
Pero a nosotros como líderes, Pablo nos ofrece una forma de mantenernos fuertes y valientes frente al evangelio. Él nos proporciona una manera de hablar clara y verdaderamente, articulando los problemas reales, aun si alguien se ofende e incluso nos llama “mezquinos”. Pablo nos recuerda el vivir “andando en el Espíritu”, conscientes que “hemos crucificado la naturaleza pecaminosa” con corazones manifestados y mentes transformadas por el carácter de Jesucristo (Gálatas 5:22-25). Mis queridos hermanos y hermanas, “Si el Espíritu nos da vida, andemos guiados por el Espíritu. No dejemos que la vanidad nos lleve a irritarnos y a envidiarnos unos a otros” (Gálatas 5:25, 26).