Al finalizar 1 Corintios 16, en una carta donde el apóstol Pablo hace referencia a varios problemas, concluye con la apelación, “Ven, Señor” (16:22). La primera venida de Cristo afirma que el reino de los cielos “se ha acercado” (Mateo 4:17; Marcos 1:15). Pero nosotros, al igual que el apóstol Pablo, esperamos la plenitud del reino cuando Jesús mismo regrese.
Los meses de noviembre y diciembre de 2017, concluyen con nuestro énfasis en el valor fundamental del Reino de Cristo. Durante el transcurso de este año, hemos considerado a la IPHC como un “Lugar de Esperanza y Gente de Promesa” a la luz de este reino. Hemos estudiado el mismo como lo revelado en los propósitos de Dios en la creación, Israel, la vida y enseñanzas de Jesús. Ahora, es apropiado que nos enfoquemos en el regreso de Cristo mientras entramos en la temporada del advenimiento.
El numeral 13 de los Artículos de Fe de la IPHC dice: “Creemos en la inminente, personal y pre milenio segunda venida de nuestro Señor Jesucristo (1 Tesalonicenses 4:15-17; Tito 2:13; 2 Pedro 3:10-14; Mateo 24:29-44), y amamos y esperamos su aparición (2 Timoteo 4:8)”.
El Artículo de Fe es una declaración relativamente simple que afirma la enseñanza central del Nuevo Testamento con relación a la segunda venida de Jesucristo. “Inminente” implica la colindante medida en el horario de Dios, no los esfuerzos propios para determinar fechas en particular. “Personal” hace explícita la convicción del Nuevo Testamento en cuanto a que “este Jesús . . . vendrá de la misma manera como le han visto ir al cielo” (Hechos 1:11). No esperamos una nueva idea o revelación, esperamos a la misma Persona que nació del vientre de la virgen María, aquel que murió y resucitó de entre los muertos y ascendió al cielo. ¡Estamos a la espera de Jesús de Nazaret, el eterno Hijo de Dios!
Confesamos que es Jesús quien regresará para traer paz perfecta sobre esta tierra. A esta acreditada historia se le conoce bajo el nombre de “Milenio” y su descripción se encuentra en Apocalipsis 20. Mientras hacemos todo lo que podemos para ser instrumentos de paz, justicia y amor en el tiempo presente, no creemos que la humanidad tiene la capacidad de vivir libre de la destrucción y las limitaciones del pecado; solamente Jesús es quien puede provocar dicha realidad. Por tal, es que somos “pre milenios” dentro de nuestro punto de vista en cuanto a que Jesús mismo regresará y marcará el comienzo de tan anhelada realidad.
Este año, el advenimiento comienza y culmina un domingo, el 3 y el 24 de diciembre respectivamente. Me encanta la temporada navideña, las luces, los villancicos, la emoción de los niños; me fascina la riqueza de la Escritura relacionada con la primera venida de Cristo encontrada en Isaías hasta los registros de Mateo, Lucas y Juan; me cautiva el escuchar las Escrituras al oír el “Mesías” por su compositor Händel.
Pero sé que algo falta…profesamos en cuanto a la luz, el amor y la paz sobre la tierra, pero, veinticuatro noticias son el constante remanente de que aún no hemos llegado; “Campanas de navidad” (I Heard the Bells on Christmas Day) por Henry Wadsworth Longfellow describe esta realidad. Escrita el día de navidad en 1863, refleja el dolor personal de Longfellow relacionado con las heridas de combate de su hijo durante la Guerra Civil estadounidense. Aunque los ejércitos de la unión obtuvieron victorias importantes en el año 1963 en Gettysburg y Vicksburg, el resultado de la guerra permaneció en duda. Miles de familias en la nación residían afligidas debido a las muertes y heridas de sus hijos e hijas. Longfellow escribió las siguientes líneas mientras reflexionaba sobre la guerra:
“Escuché las campanas el día de navidad, sus viejos villancicos familiares y repetir las palabras potentes y dulces de paz en la tierra a los hombres de buena voluntad”.
Luego, de cada boca negra y maldita, el cañón tronó en el Sur, y con el sonido, los villancicos se ahogaron, de paz en la tierra a los hombres de buena voluntad.
Fue como si un terremoto desgarrase los hogares de un continente y hundiese en la desesperanza las casas nacidas de paz en la tierra a los hombres de buena voluntad.
Y en desesperanza, agaché la cabeza “no hay paz en la tierra, dije, porque el odio es fuerte y burla la canción de paz en la tierra a los hombres de buena voluntad”.
Luego repican las campanas más fuerte y hondo: “Dios no murió, tampoco duerme, el mal fallará el bien prevalecerá con paz en la tierra a los hombres de buena voluntad”.
El 13o numeral de los Artículos de Fe concluye con “amamos y esperamos su aparición”. Esta no es una expresión de escape; nuestro amor expresa el amor de Dios por el mundo y el propósito redentor del cuerpo de Cristo en la humanidad. Nuestra espera no es una desvinculación pasiva de la lucha equitativa a la que todas las generaciones se enfrentan, por el contrario, es una espera activa por el compromiso. La resurrección de Jesús quiere decir que nuestra labor no es en vano (1 Corintios 15:58). ¡La segunda venida del Señor significa que nuestro amor y espera valen la pena!
Por Doug Beacham
This article was published in the November 2017 issue of Encourage magazine.