Las instituciones de educación superior de la IPHC les han servido a múltiples generaciones de estudiantes. Iniciando en 1898, Holmes Bible College tiene la misma edad que la IPHC; Emmanuel College cumplirá 100 años en el 2019; Southwestern Christian University inició en 1946; Advantage College comenzó en 1976. En cada instancia, hay cientos y miles de vidas transformadas que en oración y financieramente aportan para que así miles más puedan ser educados dentro de los ambientes llenos de Cristo.
Durante la última década, cada uno de los anteriormente mencionados se ha enfrentado a retos bastante serios. Aun así, Dios continúa proporcionando las soluciones y esperanza necesarias. Tanto para Holmes y Emmanuel, las soluciones han sido dramáticas, ya que Dios ha provisto las finanzas y el personal necesarios para avances significativos.
En Emmanuel, el presidente Ron White apartó el sábado 20 de octubre, como un día de acción de gracias para con Dios por los innumerables milagros ocurridos durante los últimos cinco años. Para todos nosotros que estuvimos presentes aquel día, fue una experiencia profundamente conmovedora el escuchar los testimonios de cómo Dios ha demostrado su fidelidad por medio sinnúmero de personas.
Menciono esto ya que nos encontramos en las temporadas de acción de gracias y navidad. Mi corazón está lleno de profunda gratitud con nuestras escuelas y por todos aquellos que continúan apoyándoles; ellos necesitan de nuestro continuo apoyo, ahora más que nunca. Espero que se unan a mí con las contribuciones de fin de año para cada uno de ellos.
Emmanuel, originalmente fundado como Franklin Springs Institute, celebra su centenario, el próximo año. Hace cien años, mientras se preparaba para la apertura el 1 de enero, 1919, su fundador, G.F. Taylor reunió a la comunidad en ciernes para orar el martes 31 de diciembre, 1918 de 8 p.m. hasta después de la media noche; sin duda alguna, oraron por la apertura de la escuela a la mañana siguiente. Pero con seguridad, agradecieron por la culminación de la “Gran Guerra, Primera Guerra Mundial”, la cual cerró con un armisticio el 11 de noviembre, 1918.
Aquellos de nosotros que nos reunimos el 20 de octubre, 2018 en Franklin Springs, estuvimos de pie, hombro a hombro junto con los guerreros de oración; lo hicimos porque creemos que el Espíritu Santo continúa llamando a sucesivas oleadas de jóvenes, tanto hombres como mujeres, al servicio de Jesucristo, sin importar sus campos de estudio.
La temporada navideña es un tiempo especial para que pensemos en el futuro dentro del contexto de generación a generación. Somos bendecidos con dos pequeñas nietas que viven cerca; su maravilla infantil, durante esta temporada, traen gran afecto al corazón de sus abuelos.
En esta temporada he estado reflexionando sobre San Lucas 1, 2, y San Mateo 1, 2…es una historia de generaciones. Para Zacarías y Elisabet, es la historia del milagro de un nacimiento en una edad muy avanzada (Lucas 1:7). Mientras que sus edades exactas son inciertas, la expresión en Lucas 1:7 hace referencia a las personas que están por encima de los sesenta años. María, la madre de Jesús, era quizás una mujer joven en su adolescencia media; el hombre con el que ella se casó, José, suficientemente maduro como para entender las consecuencias del embarazo de María y bastantemente sabio como para afrontarlo discretamente.
En mi intelecto, existen múltiples milagros dentro de las narraciones del nacimiento. La vejez de Zacarías y Elisabet nos recuerdan de los aún más viejos, Abraham y Sara. María concibe como el Espíritu Santo la “ensombreció”; el Espíritu Santo, no el ángel Gabriel, entró en el vientre de la virgen y creó vida divina, así como el Espíritu de Dios se movía sobre la faz de las aguas en Génesis 1:2.
La respuesta de José es otro milagro que captura mi atención (Mateo 1:18-24). Luego de descubrir que su prometida estaba embarazada, responde con misericordia tal que opaca su propio dolor ¿Cómo puede María explicar esto? ¿Cómo puede José creerle? ¿De qué manera puede José salvar su reputación? ¿Por qué María no debe ser humillada públicamente? ¿Qué detiene a una persona herida, el expresar la indignación pública sobre otra?
La respuesta a esas preguntas se encuentra en dos aspectos de la vida de José. Primero, José es llamado un “hombre justo” (Mateo 1:19). Él es justo en sí mismo; esa justicia es demostrada en su preocupación por la reputación de María. Sus primeros pensamientos no son acerca de él mismo; son sobre ella. Su amor cubrió una multitud de lo que percibió como “pecados”. La justicia de su carácter no es una forma de justificación propia. Por el contrario, denota un corazón y mente moldeados por la gracia y la Palabra divina.
En Segundo lugar, José pudo escuchar al ángel del Señor cuando le habló por medio de un sueño y le reveló el poder del cumplimiento de la Palabra (1:20-23). Al igual que el soñador José de Génesis 37-50, este José estuvo dispuesto para escuchar la voz de Dios a través de los sueños. Durante el sueño, el ángel le recordó acerca de su conexión personal con su antepasado, el rey de Israel, David (1:20). Entendió las promesas davídicas y estuvo dispuesto para recibir Palabra divina durante su situación actual (2 Samuel 7:12-16). La Palabra, primero reflejada en la promesa davídica y luego en la cita mencionada en Isaías 7:14, se convirtió en el camino de obediencia para que José caminase a medida que se desarrollaba un nuevo futuro.
Durante esta temporada de vacaciones, Susan y yo oramos para que los milagros descritos en los relatos del nacimiento de nuestro Señor permanezcan en su propia vida. Algunos de ustedes son como Zacarías y Elisabet, preguntándose si existe algo más que el Señor tiene para con su vida; la respuesta es sí. Quizás no esté esperando que sea un bebé, a menos que sea un nieto, pero, aun así, continúa deseando el propósito y frutos dentro de su vida. A lo mejor usted es una persona joven como María, deseando obedecerle a Dios en todo lo que hace con su vida; deje que el Espíritu Santo lo cubra con amor, paz, tiempo y preparación divina. Algunos de nosotros somos como José, debemos confiar cuando la vida no tiene sentido. Necesitamos recordar las promesas y el futuro de Dios.
Por Doug Beacham
Este artículo fue publicado en Agosto de 2018 en la revista Encourage.