Personalmente he visto las escenas perturbadoras de personas sin hogar que viven en las calles de Los Angeles, California. En junio del año en curso, hubo 36,300 personas sin hogar en la ciudad de Los Angeles; las causas incluyen enfermedades mentales y abuso de sustancias. La ciudad argumenta que la causa primordial es la falta de vivienda asequible.[i] Dicha queja se escucha con más frecuencia en las grandes ciudades alrededor del mundo.
Afortunadamente, las iglesias no están ausentes en esta crisis. Una búsqueda en Google acerca de “iglesias que ayudan a personas sin hogares en Los Angeles” arrojó cerca de 14,700.000 visitas de cómo los cristianos ayudan en dichas situaciones.
Muchas personas se encuentran temporalmente sin hogar por cortos periodos de tiempo; pierden su trabajo, luego su casa o apartamento debido a que no pueden cumplir con las obligaciones financieras de las mismas. No cuentan con familia cercana o simplemente si la tienen, estos no pueden o no quieren ayudarles. Algunos están sobrecargados con facturas médicas bastante altas; otros son veteranos inhabilitados para funcionar debido al estrés postraumático; algunos huyen de ciertas formas de abuso y lamentablemente no tienen a donde ir.[ii] Y sí, existen aquellos que sencillamente eligen abandonar la sociedad y vivir en las calles con poca motivación al cambio, recibiendo cualquier asistencia posible de parte del gobierno o de programas de caridad.
Todos hemos visto personas en las esquinas de las calles con letreros pidiendo ayuda y que leen “Dios le bendiga”. Debo admitir que frecuentemente se roban mi corazón; aunque también estoy consciente de que en muchas instancias son parte de estafas sindicalistas. En el exterior he visto a niños mendigando en las esquinas; sin embargo, muchos de ellos son parte del tráfico humano y alguien les usa con fines lucrativos.
Cuando pienso en situaciones tales, recuerdo Hechos 16 y la visita del apóstol Pablo a Filipos. Cuando Pablo y Silas entraron por primera vez a Filipos, conocieron a Lidia, una mujer económicamente exitosa por derecho propio, que junto con su familia llegaron a la fe en Cristo y fueron bautizados, y abrieron las puertas de su hogar como la primera iglesia en casa de la ciudad (Hechos 16:12-15).
Luego, los apóstoles encontraron hombres inescrupulosos que estaban utilizando a una “muchacha que tenía espíritu de adivinación, la cual daba gran ganancia a sus amigos, adivinando”. Hoy en día, a eso le llamamos esclavitud económica y tráfico humano. El apóstol Pablo reprendió el espíritu demoniaco y la mujer fue liberada de la opresión codiciosa que controlaba su vida (Hechos 16:16).
El relato agrega que fue una pérdida económica para sus abusadores la que conllevó al arresto de Pablo y Silas. Sus derechos como ciudadanos romanos fueron violados en la carrera de la mafia hacia el juicio. El resto de la historia en Hechos 16 es bien conocida por muchos de nosotros. Luego de la media noche, después del terremoto, Pablo le dijo al carcelero: “No te hagas ningún mal, pues todos estamos aquí” (16:28). Y así, otra familia vino a la fe en Jesús y fueron bautizados, quizás dándole comienzo a la segunda iglesia en casa de la ciudad.
Es interesante para mí que una vez liberados de la cárcel, y que los magistrados reconocieron sus derechos civiles, Pablo y Silas regresaron a la casa de Lidia (Hechos 16:35-40). Pasaron tiempo “animando” a la pequeña banda de discípulos con exhortación, instrucción, y ciertas cosas por el mismo estilo. Me pregunto,¿si la iglesia en casa del carcelero asistió? Quizás lo más importante, me cuestiono ¿si la mujer que estaba poseída estaba allí? La Biblia no nos cuenta que sucedió con aquella mujer sin nombre…pero es difícil comprender que una vez fue liberada, fuese olvidada. Espero que Lidia la haya buscado y ojalá le hubiese ofrecido un sitio de esperanza, un refugio para empezar una nueva vida con el Espíritu Santo. También espero que los hombres codiciosos quienes la utilizaron hayan, a final de cuentas escuchado también que pudieron ser perdonados, y encontrado un hogar junto con Lidia y el carcelero.
Uno de los dones mencionados en el Nuevo Testamento es la hospitalidad (Romanos 12:13; Timoteo 3:2; Tito 1:8; Hebreos 13:2; 1 Pedro 4:9). Es más que ser un anfitrión amable en una comida o en casa. Literalmente significa “amor o amistad con un extraño”. Es parte de la respuesta cristiana para con aquellos que son desconocidos o diferentes a nosotros.
Hoy en día, el extrañoestá entre nosotros como un refugiado, inmigrante, y sí, como aquel sin hogar/en la calle. El extrañotambién se encuentra entre nosotros como el bien educado, de alta clase, autosuficiente, el uno por ciento, quien tiene todo lo que el mundo le ofrece, aunque espiritualmente vacío…tienen casas, quizás mansiones, pero no cuentan con un hogar.
¡Que el Espíritu Santo abra nuestros ojos para saber cómo discernir los tiempos en los que vivimos, y que abra nuestros corazones ante toda búsqueda de esperanza y amor!
[i]https://www.nytimes.com/2019/06/05/us/los-angeles-homeless-population.html?login=email&auth=login-email
[ii]I hope you will listen to Pastor Kent Bell’s podcast on how this Pennsylvania IPHC congregation is helping women escape from abuse and human trafficking: https://iphc.org/gso/2019/07/16/project-restore-66-with-kent-bell/.