Desde el 2013, la IPHC ha prestado atención a cada uno de nuestros siete valores fundamentales: En oración valoramos Las Escrituras, Pentecostés, Santidad, Reino de Cristo, Todas las generaciones, Justicia, y ahora en 2020, en oración Valoramos la Generosidad. Visite https://iphc.org/corevalues/ para ver los recursos relacionados con cada uno de estos valores centrales. Hay un folleto que se puede descargar en forma gratuita con respecto al valor de las Escrituras en https://iphc.org/corevalues/scripture/. Se están preparando materiales en cada uno de los valores centrales, los cuales serán publicados en el 2020 y que podrán ser descargados.
En cierto sentido, este último valor central de la generosidad habla de todos los demás valores. La Biblia habla de una administración sabia del Espíritu Santo que nos guía en nuestros recursos, y de santificarnos para el uso juicioso de esos recursos. Vemos oportunidades en todo el mundo para impactar el Reino de Cristo. Debemos invertir sabiamente para las generaciones futuras, y nuestros recursos deben usarse para ayudar a otros.
En los últimos meses, he estado reflexionando sobre varios aspectos de la generosidad: recursos financieros, diezmos, ofrendas voluntarias, un corazón y espíritu generosos, administración inteligente, misiones mundiales, plantación de iglesias, inversiones en los ministerios de educación y benevolencia de IPHC.
Me he encontrado pensando en la generosidad desde el punto de vista de la naturaleza de Dios. El amor, la santidad y la bondad de Dios se expresan en su generosidad hacia su creación. Juan 3:16 nos recuerda, que Dios amó al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito. Que Dios da y esto es una marca de la naturaleza generosa esencial de Dios.
Cuando leemos las cartas del apóstol Pablo, descubrimos que el apóstol entendió la naturaleza esencial de Dios. Pablo encontró el corazón generoso de Dios en la persona y las obras del Hijo de Dios, Jesús el Mesías.
En 2 Corintios 8, 9, el apóstol Pablo escribió directamente sobre las alegrías de dar. Pablo basó su guía teológica y práctica en el ejemplo de Cristo: “Porque ya conocéis la gracia de nuestro Señor Jesucristo, que por amor a vosotros se hizo pobre, siendo rico, para que vosotros con su pobreza fueseis enriquecidos.” (2 Cor.8:9). Pablo concluyó 2 Corintios 9:15 con: “¡Gracias a Dios por su don inefable!”
Con este fundamento de que nuestra generosidad fluye de la generosidad de Dios, hay cuatro pasajes paulinos adicionales que nos llevan a las riquezas que hay en Cristo Jesús.
Filipenses 4:19, “Mi Dios, pues suplirá todo lo que os falta conforme a sus riquezas en gloria en Cristo Jesús.” Que Dios suplirá significa que Él cumple, Él llena, lo que es necesario para nuestra necesidad. Nuestra “necesidad” describe lo que es necesario para que vivamos una vida abundante como creación de Dios. La forma verbal de “necesidad” se encuentra en Mateo 6:32, donde Jesús nos dice que no nos preocupemos por lo esencial de la vida porque Dios sabe lo que necesitamos.
Dios satisface nuestra necesidad “conforme a sus riquezas en gloria en Cristo Jesús”. Las “riquezas en gloria” significa que hay una abundancia disponible para toda la creación que trae gloria a Dios. Cristo Jesús es el instrumento a través del cual estas riquezas se ponen a nuestra disposición.
El contexto de Filipenses 4 es importante. No se trata de hacerse ricos por medio de métodos rápidos o ganar la lotería. Se trata de una vida satisfecha que mitiga contra la avaricia.
Pablo oró en Efesios 1:18 “alumbrando los ojos de vuestro entendimiento para que sepáis …cuales las riquezas de la gloria de su herencia en los santos.” Las riquezas de Dios se encuentran en nosotros, el pueblo de Dios. Estas riquezas son las manifestaciones del fruto del Espíritu, las habilidades naturales y los dones espirituales que Dios nos ha dado como miembros “unos de otros” (Romanos 12:5). La herencia de Dios se encuentra en nosotros mientras vivimos para Dios y el uno para el otro.
Pablo esperaba con ansias el día en que los judíos y los gentiles se reconciliaran por completo, porque a través de esto se revelarían “las riquezas de la gloria de este misterio entre los gentiles” (Colosenses 1:27). Pablo agregó al final de 1:27, “Cristo en vosotros, la esperanza de gloria”. Observe que los pronombres son plurales. Pablo está haciendo referencia al cuerpo de Cristo y no solo a nosotros como individuos. En Cristo, judío y gentil son parte del único cuerpo de Cristo. Estoy agradecido de que la IPHC esté comprometida en afirmar este esfuerzo continuo de creyentes judíos y gentiles descubriendo su singularidad y unión en las riquezas de la gloria de Cristo.
Finalmente, en Romanos 9:23, en el contexto de los planes de Dios para Israel, Pablo vio que Dios está trabajando, “y para hacer notorias las riquezas de su gloria, las mostró para con los vasos de misericordia que él preparó de antemano para gloria.” El amor de Dios revelado en Cristo trabaja en conjunto con la libertad humana para que haya personas que sean “vasos de ira” y haya personas que sean “vasos de misericordia”. Esto no es una expresión de doble predestinación. Más bien, es un reconocimiento de las elecciones de obediencia y desobediencia que cada persona hace.
Ninguno de nosotros merece piedad. Sin embargo, Dios, que es “rico en misericordia” (Efesios 2: 4), nos hace vasos de misericordia por causa de su nombre en la tierra. La palabra “vaso” puede referirse a un objeto que contiene algo y a un velero que contiene carga. ¡Nuestras vidas son “recipientes” por los cuales se recibe misericordia y se da gratuitamente a otros!
¡Oro para que en el 2020 descubramos el gran gozo y el propósito de la generosidad! ¡Ruego que el descubrimiento nos lleve al carácter y la naturaleza de nuestro Dios amoroso que nos había mostrado sus riquezas a través de Su Hijo, nuestro Salvador, Jesucristo!