By Doug Beacham
Adorad a Jehová en la hermosura de la santidad; Temed delante de él, toda la tierra. Salmos 96:9 (RVR1960)
El enfoque de la IPHC para este año es la hermosura de la santidad. En esta dirección, se descubrirá de la Escritura la santidad de Dios, cómo Dios nos hace santos, el significado que tiene para nosotros el ser santos, y cómo la gente santa comparte el amor de Dios en este mundo.
La IPHC nació en 1898 como parte de un reavivamiento de santidad que se extendió por el mundo. Ese renacimiento enfatizó la santidad de Dios, el mandamiento y su provisión para que nos “santifiquemos, porque yo (Dios) soy santo” (Levítico 11:44, 45; 19:2; 20:7, 26; 1 Pedro 1:16) e incluye:
• El mandamiento a que vivamos vidas santas que reflejen el carácter de Jesucristo (Efesios 1:4; Colosenses 1:22; 3:12; 1 Tesalonicenses 4:3, 4; 2 Timoteo 1:9; 1 Peter 1:15).
• El mandamiento para que la iglesia, el cuerpo de Cristo en el mundo, viva en santidad como luz para las naciones (Deuteronomio 7:6; 14:2, 21; 26:19; 28:9; 1 Pedro 1:16).
Nuestro movimiento nació a partir de la perspectiva de la santidad metodista de la teología cristiana. A Plain Account of Christian Perfection de John Wesley, así como de los puntos de vista de sus seguidores, es como históricamente, hemos considerado la santidad en las Escrituras.
La santidad metodista nos provee una obra doble de gracia a través de la sangre redentora de Cristo. Primero, en el perdón del pecado, la culpa que llevamos por nuestros pecados actuales es perdonada a través de Cristo. Recibimos este don del perdón y la justificación por la fe. No ganamos el perdón de nuestros pecados; mas tomamos por la fe lo que Cristo nos proveyó en su muerte y resurrección.
Segundo, aunque se nos perdonan nuestros pecados del pasado, permanece con frecuencia una “guerra” entre nuestra naturaleza de nacimiento y la carnal, la naturaleza caída. Teólogos de la IPHC consistentemente han interpretado Romanos 7 como la descripción del apóstol Pablo referente a la lucha del creyente en la carne después de la conversión. La victoria llega a medida que rendimos plenamente a Cristo nuestra voluntad, pensamientos y deseos, y recibimos por fe el don de la santificación, ofrecido en Jesucristo (Romanos 6-8). Así es como experimentamos la liberación de la esclavitud del pecado y de sus adicciones, que fácilmente nos atrapan (Hebreos 12:1). Esta es la esperanza y el gozo de nuestra vida actual: aunque experimentemos tentaciones de diferentes grados que parezcan dominarnos, Cristo ha provisto la manera en la que podemos resistir el poderío del pecado y ¡vivir bajo su justo y santo dominio! (Romanos 6:11-22).
Los Artículos de Fe 9 y 10 de la IPHC exponen nuestra posición frente a la santificación. La segunda frase del artículo 10 “incluye una obra precisa e instantánea de la gracia”, hace referencia a la gracia de Dios en Cristo la cual trae victoria a nuestra naturaleza carnal. Mientras que esto puede ocurrir en el perdón y la justificación, luego, a menudo, se produce en nuestro caminar con Cristo, “posterior a la regeneración”. La santificación es la provisión de Dios para lidiar con nuestra naturaleza carnal por medio de la purificación de Cristo de nuestra mente, corazón y cuerpo. Es “precisa” e “instantánea”. Lo cual hace referencia a una conciencia espiritual en el momento en que nos entregamos y rendimos totalmente a Cristo. Así como N.J. Holmes escribió en 1902, “La crucifixión (de nuestra carne) no tomará mucho tiempo cuando estamos dispuestos a someternos. Quizás nos tome algún tiempo para prepararnos para la cruz” . Es importante que tengamos claro el significado de la frase, “obra de gracia”. No se trata de nuestra obra; es acerca de la obra de Cristo. Nos sometemos; ¡Dios nos santifica! Recibimos la santificación de la misma forma en que recibimos perdón y justificación, a través de la fe en la obra que Cristo hace a nuestro favor.
Esta es la razón por la cual una vida santa conlleva gozo, paz, amor y esperanza en Cristo. No es en referencia al legalismo, juzgamiento, derrota espiritual, y desesperanza. Por ello, el enfoque de la IPHC está en el valor fundamental La hermosura de la Santidad. Dicha frase, la hermosura de la santidad, ocurre en 1 Crónicas 16:29; 2 Crónicas 20:21; Salmos 29:2; y Salmos 96:9. La cual describe la gloria, el honor, y embellecimiento del Señor. Durante este año, las perspectivas de estos pasajes, así como también la totalidad de la Escritura, nos ayudarán en el trayecto con nuestro Dios santo.
Estoy convencido de que nuestro testimonio de Jesucristo debe estar arraigado en el santo vivir. Me refiero a esto de dos maneras. Primero, la hermosura de la santidad nos invita a ver la santidad misma como el cuerpo de Cristo, la iglesia, viviendo santamente en el mundo. La santidad/santificación denota separación del mundo, más no desolación del mismo. Nuestra separación hacia Cristo como su cuerpo, nos prepara para vivir en medio de tan confundido, adolorido y empeñado mundo. Como movimiento, mi oración es que el Espíritu Santo emerja en nosotros un sentido corporativo de santidad, el cual hable de cada aspecto de nuestro testimonio en el mundo.
Segundo, la santidad debe ser vista como un elemento significativo en el evangelismo. El apóstol Pablo en 1 Corintios 7:14, habla sobre el poder de un cónyuge creyente que santifica a una familia entera. En lo más profundo de las relaciones humanas, el matrimonio y los hijos, ¡la santidad es mayor que la incredulidad! Creo que esto es verídico alrededor de las necesidades sociales de nuestro mundo en particular.
La santidad es mayor que la inmoralidad, la injusticia, el tráfico humano, el hambre, el racismo, la codicia y la corrupción.
¡Que el cuerpo de Jesucristo surja con alegre y vivificante santidad como testigo a este moribundo mundo!
[1] N.J. Holmes, God’s Provision for Holiness. (Greenville, SC: Holmes Bible College, reimpreso en 1952; publicado originalmente en 1902, Pentecostal Mission Publishing Co., Nashville, TN.). Página 55. Para su estudio personal, este libro está disponible en pdf en www.iphc.org/holiness