La narración de José en Génesis 41:33 – 50:26 describe la ascensión del israelí José hacia la posición política más alta en Egipto. Con casi total control económico de Egipto, José lideró el reino a través de una crisis severa; por medio de su liderazgo, también salvó a su padre Jacob y a sus hermanos. Por una temporada durante y después de la muerte de José, los israelitas prosperaron en número y recursos en Egipto.
Pero las cosas cambiaron, según Éxodo 1:8 nos informa “Entretanto, se levantó sobre Egipto un nuevo rey que no conocía a José”. Dicha falta de conocimiento fue más que personal; reflejó el lapso de memoria nacional y el rol que José y los israelitas previamente desempeñaron dentro de la nación; en vez de políticas basadas en apreciación conmemorativa, el temor fue la fuerza que formó las nuevas políticas. Sin duda alguna, con el pasar del tiempo, los patrones deshumanizantes de temor conllevaron a la pérdida de dignidad y posición, luego a la vergüenza, e indignación pública contra un grupo que era diferente, y finalmente a la esclavitud de los israelitas.
Los israelitas fueron oprimidos en Egipto durante cuatrocientos años (Génesis 15:13). Éxodo 12:40 nos dice que los hijos de Israel habitaron en Egipto 430 años. Ese marcador de cuatrocientos años proporciona los parámetros del crecimiento de la población, expansión, e influencia de los israelitas en Egipto. También enmarca la manera en la que José pudo ser olvidado.
Durante el transcurso del año pasado, estuve en varias reuniones con líderes religiosos afroamericanos que hablaron sobre el proyecto conocido como “The Angela Project”. El nombre refleja la llegada de los primeros negros a la colonia inglesa de Jamestown, Virginia, en 1619. El Washington Post article da el historial de una veintena de africanos que llegaron a Jamestown en ese año. El nombre “Angela” refleja a una mujer de Angola que fue identificada por ese nombre inglés en el censo de 1624 y quien llegó en el año 1619. (Información más detallada puede ser encontrada en este artículo.) El desembarco de estos primeros africanos en la colonia inglesa dio comienzo a un proceso que finalmente conllevó al desarrollo total de la esclavitud racial de millones de africanos en las colonias.
Al escuchar a mis colegas y amigos afroamericanos, me encontré reflexionando sobre dos aspectos de esto. Primero, la división racial en los Estados Unidos tiene raíces profundas y amplias. Recomiendo el libro de Edward E. Baptist, “The Half Has Never Been Told: Slavery and the Making of American Capitalism”, para discernir la terrible deshumanización de africanos que ocurrió durante los siglos XVIII y XIX en los Estados Unidos.Una triste historia de interconexión entre codicia, poder político, abuso sexual, y la deshumanización de millones de personas. Leí ese libro hace dos años y escribí sobre tal aquí.
El segundo aspecto ocurrió en una reunión en octubre donde líderes religiosos interraciales discutieron la injusticia racial. Mientras se avecinaba el cuadrigentésimo del desembarco en Jamestown, recordé que los hijos de Israel habían estado en Egipto durante cuatrocientos años. Cuando el Señor le habló a Abram en Génesis 15 con respecto a la aflicción (opresión) de cuatrocientos años en Egipto, el Señor prometió que juzgaría” a Egipto y que los israelitas saldrían de dicha opresión “con gran riqueza” (15:14). La palabra “juez” tiene como significado que el Señor contiende por y vindica a Israel, luchando contra Egipto.
No puedo evitar pensar acerca de la Guerra Civil Americana (1861-1865) como un acto de juicio divino sobre la nación entera. Como lo dice el himno de la batalla de la república, cuando “Él esté venciendo la maldad y el error. Ya desnuda su espada, cual un rayo de furor”.
Después de la Guerra, la nación escogió el camino de la opresión pasivo-agresiva de antiguos esclavos por medio de leyes de discriminación, a través de las leyes de Jim Crow sancionadas por la Corte Suprema (Plessy vs Ferguson, 1896), a través de las leyes restrictivas de los votantes, y por medio de la violencia sin recurso legal a la protección ni a la justicia.
Así que, aquí estamos, cuatrocientos años y contando…he aprendido lo difícil que es para mí, como americano blanco, entender cómo las raíces de la esclavitud continúan impactando a los afroamericanos, y por extensión, nosotros quienes somos de otro color. Sigo aprendiendo cómo las políticas sistemáticas y prácticas frecuentemente funcionan en contra de los negros de maneras en las que difícilmente puedo imaginar.
Primero, escribo esto porque, es el mes de la historia negra en los EE.UU. y segundo, puesto que nuestro valor fundamental de justicia está con gran peso en mi corazón. No existen soluciones fáciles, pero tengo que creer que el poder de Cristo y su amor son suficientes para traer sanidad y esperanza para todos nosotros.
Conocemos cómo la historia del Éxodo concluye con la liberación y el viaje hacia la tierra prometida. También sabemos que para los afroamericanos la historia del Éxodo del texto bíblico ha sido un fundamento de esperanza para las generaciones. De cierta manera, la Guerra Civil fue el cruce del “Mar Rojo” para los afroamericanos, al menos en mi propia perspectiva. Pero, así como Israel anduvo en el desierto, existen muchos que aún continúan divagando en el desierto moderno de nuestra historia y sociedad.
Mi oración por la IPHC este año, es que en los EE.UU. y alrededor del globo, experimentemos vidas llenas de gracia y esperanza que nos permitan caminar de la mano con cualquier persona que Dios ponga en nuestro camino. Que nos escuchemos los unos a los otros, que nos unamos para adorar, que podamos jugar y tener comunión los unos con los otros. Y que todos podamos descubrir el gozo de probar ahora el Reino de Cristo. ¡Cuatrocientos años sobre nosotros; trabajemos juntos para cambiar el futuro!
Por: Doug Beacham
Este artículo fue publicado en Enero de 2019 en la revista Encourage.